Durante los primeros tres años de vida, el cerebro se desarrolla a una velocidad sorprendente. En este periodo se forman la mayoría de las conexiones neuronales que serán la base para el aprendizaje, el lenguaje, la memoria y la capacidad de relacionarse. Por eso, todo lo que ocurre en estos primeros años deja una huella importante. Y una de las formas más poderosas de favorecer este desarrollo es a través del juego sensorial no estructurado.

Este tipo de juego se basa en ofrecer a los/as más pequeños/as materiales que les permitan explorar libremente con sus sentidos: tocar, oler, mirar, escuchar, incluso probar (siempre de forma segura). No hay una manera correcta de jugar ni instrucciones a seguir. Lo importante es dejar que cada niña o niño experimente a su ritmo, descubra por sí mismo y tome decisiones sobre qué hacer con lo que tiene delante.

Los beneficios de este juego son muchos. A través de la exploración sensorial, la infancia aprende a conocer su entorno, desarrolla la coordinación y la motricidad, despierta la curiosidad y empieza a comprender cómo funciona el mundo. Además, este tipo de juego ayuda a que cada persona pequeña se sienta capaz, ya que le permite tomar decisiones, resolver pequeños retos y desarrollar autonomía.

Un dato muy interesante es que, según estudios recientes, alrededor del 85 % del desarrollo del cerebro ocurre antes de los tres años. Esto significa que cada experiencia sensorial, por sencilla que parezca, puede tener un gran impacto. Por eso, no es necesario comprar juguetes caros ni llenar la casa de materiales educativos. Lo que realmente importa es el tipo de experiencias que se ofrecen.

En casa, es muy fácil incorporar este tipo de juego con objetos cotidianos. Por ejemplo, se puede preparar una bandeja con arroz, lentejas o pasta cruda para que exploren texturas. También se pueden usar cajas vacías, cucharas, paños, tapones, o esponjas. Incluso un bol con agua y unas piedras puede ser una gran aventura sensorial. Todo esto, siempre con supervisión y asegurándose de que los objetos no representen ningún peligro.

Además de ser una forma de aprender, el juego sensorial sin estructura también es una oportunidad para fortalecer el vínculo familiar. No hace falta dirigir el juego, solo observar, acompañar y compartir ese momento con calma y sin prisas. Esto transmite seguridad, fomenta la confianza y permite que cada niña o niño descubra por sí mismo lo que le gusta y cómo enfrentarse a nuevos desafíos.

Animamos a todas las familias a probar, a ensuciarse las manos, a dejar que el juego fluya. No hace falta tener mucho, solo un poco de tiempo, ganas y la disposición para dejar que cada pequeño y pequeña construya su propio camino de aprendizaje a través del juego.